viernes, 29 de enero de 2010

Críticas a la teoría informacionalista de Castells

Las teorías actuales referidas a las nuevas tecnologías y su desarrollo en la sociedad contemporánea son permanente blanco de críticas debido a su carácter novedoso y, en muchos casos, de poco sustento dado por su escasa experiencia reflejada en la vida diaria de las personas. Estas prácticas se encuentran en plena expansión y quizás la solvencia de sus argumentos deberá esperar su ratificación o refutación en el desarrollo temporal. Muchas de las miradas se dirigen a expositores como Mac Luhan y su idea de "aldea global" o Manuel Castells, cuyo concepto de "informacionalismo" presenta varias contradicciones, las cuales, a pesar de todo, no pueden opacar el aporte que hace el autor a la ciencia moderna. Teniendo en cuenta esto, tomo las críticas realizadas a la teoría informacionalista que expone Castells en dos planos: por un lado, el de las formas, por otro, el de los contenidos. Para ello, me basaré en dos textos principales: "El enredo de las redes" de Claudio Katz, y el libro de Diego de Charras, "Redes, burbujas y promesas". Comencemos con las formas. La principal objeción que se le realiza a Castells apunta al carácter totalizador y determinista de su teoría. Katz direcciona su crítica al concepto de red como “conjunto de nodos interconectados” que conformaría el poder central de la sociedad, donde cada individuo quedaría supeditado al lugar que ocupase en ella. Con esta definición, el autor asocia el concepto de nodos interconectados con un análisis social que evidenciaría la mirada de Castells a la sociedad como una red global (sociedad-red), demostrando una influencia del determinismo tecnológico. En este sentido, Katz advierte que “su enfoque le asigna de hecho a los enlaces técnicos una función determinante (…) explica a través de las redes aquellos fenómenos que el determinismo histórico –social interpreta a través de conceptos sociales como fuerzas productivas y relaciones de producción”.[1]Por su parte, Diego De Charras hace hincapié en la incidencia del informacionalismo aplicado a la conducta social, observando una íntima relación entre cultura y fuerzas productivas, relación que desembocará en nuevas formas de interacción, control y cambios sociales. De Charras apunta contra este planteo, al cual compara con la forma más mecanicista de la metáfora de base/superestrucura. El autor señala que “de la transformación operada en la base, en este caso no económica como en el marxismo ortodoxo, sino tecnológica, debemos esperar irremediablemente la transformación de la superestructura cultural y social. El riesgo mecanicista es más que evidente”[2]. En síntesis, tanto Katz como De Charras no ven con buenos ojos el desplazamiento de las relaciones sociales y humanas en detrimento de las nuevas tecnologías, las cuales solo pueden ser agentes de cambio por los intereses y objetivos que plantee el hombre.
En cuanto a la mirada apuntada a los contenidos, ambos autores hacen mención al lugar que ocupa el informasionalismo dentro del capitalismo actual. Es esta ubicación la que genera contradicciones dentro de la propia teoría de Castells, ya que el mismo no desconoce la lógica de la economía actual al advertir que “bajo el capitalismo, la separación entre los productores y los medios de producción, la mercantilización del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción sobre la base del control del excedente comercializado (capital) determinan el principio básico de la apropiación y distribución del excedente por parte de la clase capitalista (…)”[3]. En relación a esto, señala el modo informacional como fuente de productividad pero basada en el conocimiento, conocimiento que mediaría entre fuerzas de trabajo y medios de producción. De este modo, la revolución tecnológica reemplazaría a la revolución industrial del siglo XVIII. Pero estas definiciones omiten que también el informacionalismo tiene un carácter generador de valor sin el cual no se podría desarrollar. De Charras observa esta idea, señalando que no pueden existir este tipo de progresos sin la lógica de acumulación del capital. De esta forma, Castells no logra salir de una contradicción evidente, en donde la reformulación debería apuntar o bien a un reemplazo de sistemas productivos (informacionalismo sobre el capitalismo) o bien aceptar que los nuevos desarrollos tecnológicos también entrañan las lógicas capitalistas de explotación y maximización de ganancias. Para Katz, los planteos económicos de Castells no hacen más que desviar la atención del real problema, es decir, la siempre conflictiva relación de los propietarios de los medios de producción y la libre circulación de la información y el conocimiento. Estos recursos no son bienes públicos ni gratuitos, ni están disponibles para cualquier usuario. Dichos conflictos no aparecen visibles en la teoría del informacionalismo y claro ejemplo de ello es la fragmentación que se señala en la distribución de las tecnologías, donde su separación entre “incluídos” y “excluídos” de la red no es más que la atenuación de la brecha económica dada en el contexto mundial. En este marco, las críticas realizadas por Katz y De Charras demuestran las dificultades existentes en Castells para incluir a la sociedad de la información como nuevo exponente dentro de las relaciones de producción social por sobre la lógica del capitalismo moderno.


[1] Katz, Claudio (1998), “El enredo de las redes”. En: Voces y Culturas Nº 14, Barcelona, p. 123-140.
[2] De Charras, Diego; (2006), Redes, burbujas y promesas. Prometeo, Buenos Aires.
[3] Castells, Manuel (1999). La era de la información. Vol. 1. La sociedad red. México: Siglo XXI.

1 comentario:

Julio Benavidez dijo...

muy bueno el analisis y comparto las criticas....