domingo, 15 de julio de 2012

Análisis del discurso peronista

Me encontré con una trilogía interesante para abordar la cuestión discursiva dentro del peronismo. Claramente puede servir para complementar y agregar elementos en la discusión sobre el populismo que plantean, entre otros, Laclau, Aboy Carlés y Vilas, poniendo en cuestión los tópicos relacionados con el institucionalismo o el vacío político.
Las trabajos son las siguientes:

1-Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina (Daniel James, 1988)

La investigación de James se centra en los focos de resistencia del movimiento obrero peronista dados en contraposición al círculo vicioso “pactista” que se conformó luego de la caída de Perón. Si bien hay capítulos puntuales para observar la temática del discurso (“Ideología y resistencia en la resistencia peronista” como ejemplo) el libro ubica fragmentos de la palabra del caudillo en muchas de sus partes, relacionando cada temática con el paradigma político de su corriente.



2-Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista (Silvia Sigal-Eliseo Verón, 2003)

El trabajo de Sigali y Verón es central para el análisis del fenómeno discursivo en el peronismo. Los autores hacen un recorte muy abarcativo, tomando no sólo la palabra de Perón, sino también aquellos discursos que lo incluían como voz legitimante, ya sea desde la Juventud Peronista como de la cúpula sindical enfrentada a esta última. Es un libro para tener en cuenta al momento de pensar la articulación entre política, historia y discurso en la sociedad Argentina.



3-Los años de Menem. La construcción del orden neoliberal (Alfredo Pucciarelli como coordinador, 2011)
“Los años de Menem” es una obra que incluye artículos de varios investigadores, y cuyo fin es desentrañar el método y las formas que llevaron al país a conformar un idilio momentáneo con las políticas neoliberales. También atravesado por análisis discursivos, es el capítulo de Paula Canelo, “Son palabras de Perón”, el que pone especial atención en las similitudes y el uso de la palabra peronista desde la voz del propio Carlos Menem.



domingo, 24 de junio de 2012

El salteador de caminos

John Simon Ritchie, o John Beverley, o Sid Vicious, no fue el mejor bajista. Tampoco el mejor cantante, pero su fama como ícono punk justamente se emparentaba a sus limitaciones como artista. O mejor dicho, a que cualquiera podía ser parte de un grupo musical sin tener que adecuarse a las normas y estándares de la jerarquía del sonido. Más allá del "hazlo tú mismo" y todas las características que introdujo el punk, Vicious tenía un buen gusto musical (desde Hawkind o Syd Barret, pasando por su fanatismo hacia Bowie) y hasta incursionó en la pintura cuando aún no formaba parte de la escena rockera londinense. Henry Sabini era compañero suyo en la Hornsey Art College, y su palabra aparece en la biografía de Alan Parker sobre el ex-bajista de los Sex Pistols. Sabini cuenta que "John siempre se quejaba de que los profesores eran unos inútiles. No veía porqué era necesario aprender a dibujar desnudos. Intenté explicarle que una vez que aprendías a dibujar debidamente, entonces es cuando podías empezar a jugar, pero él no quería pasar por eso". Para él, las obras de Sid, las cuales firmaba bajo el seudónimo de "Salteador de caminos", eran "muy adolescentes" y "artísticamente muy pobres".

Para juzgar los trabajos, bajé un par de imágenes, donde se ven algunos caracteres surrealistas...















Y hasta una representación de una mezquita...




Hay más en la página que creó su primo: http://www.theviciousfiles.co.uk/frame1.html

miércoles, 20 de junio de 2012

Kapuscinski

La crónica se puede entender como un género literario que narra hechos de manera cronológica, donde se intercalan situaciones coyunturales que el narrador expone con un sentido temporal. Sin embargo, hay momentos en los cuales este tipo de escritos se transforma en una historia con un alto contenido de calidad narrativa, jerarquizando su textualidad. Esta última definición se amolda a la tarea del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, quien excede al género como un mero contar de observaciones dadas en las vivencias de sus viajes. La pluma de Kapuscinski se mimetiza con la de un narrador de viajes e historias como lo podría ser el propio Julio Verne, al punto de ponerse en duda algunas de sus crónicas, las cuales se compararían fácilmente con el género de la ficción. Lo que adjunto es un extracto de "La guerra del fútbol", un escrito del autor sobre la situación bélica que viveron Honduras y El Salvador desencadenada por un partido de fútbol ligado a las eliminatorias para la Copa del Mundo de España de 1982. En el mismo, un soldado herido lucha por su supervivencia, donde la muerte y la vida se encuetran en el mismo plano de interacción...

"Entretanto, los enfermeros aplicaban un gota a gota a un soldado que agonizaba. Muchos curiosos contemplaban la operación. Unos se sentaban alrededor de la camila en la que se estaba muriendo el herido, otros permanecían de pie, apoyados sobre sus fusiles. El moribundo tendría unos veinte años. Lo habían alcanzado once balas. Si aquellas once balas se hubieran alojado en un cuerpo débil y viejo, el hombre habría dejado de existir en el acto. Pero las balas penetraron en un cuerpo joven, fuerte, recio, de modo que la muerte encontraba una tenaz resistencia. El herido yacía inconsciente, ya al otro lado de la existencia, y sin embargo lo que aún le quedaba de vida libraba, obstinada, su última y desesperada batalla. El soldado estaba desnudo de cintura para arriba y todos veían cómo se tensaban sus músculos y las gotas de sudor se deslizaban por su moreno torso. Observando auqellos músculos tensos y los chorros de sudor, todo el mundo podía comprobar con sus propios ojos la encarnizada lucha con que la vida desafiaba a la muerte. Todos seguían con angustioso interés aquel feroz combate, porque querían saber cuánta fuerza había en la vida y cuánta en la muerte. Todos querían saber hasta dónde la vida era capaz de luchar contra la muerte, y si una vida joven que aún existía y se negaba a rendirse conseguiría ganarle el pulso a la muerte. 
-¿Tiene alguna posibilidad de sobrevirir?-preguntó uno de los soldados.
-Ninguna-respondió el enfermero, sosteniendo en lo alto una botella de suerto.
Todo el mundo se sumió en un grave silencio. Violenta y entrecortada, la respiración del herido recordaba la de un corredor de fondo después de una carrera agotadora.
-¿Alguno de ustedes lo conocía?-preguntó al cabo de un rato uno de los soladados.
El corazón del herido trabajaba con todas las fuerzas, hasta el punto de que se oían sus febriles latidos.
-Nadie-le contestó el otro soldado.

Por el camino subían camiones, los motores rugían. Junto al bosque, cuatro soldados cavaban un hoyo.
-¿Es de los nuestros o uno de ellos?-preguntó el soldado sentado junto a la camilla.
-No se sabe-le respondió el enfermero tras unos instantes de silecio.
-Es de su madre-dijo uno de los soldados que permanecían de pie a un lado.
-Ahora ya es de Dios-agregó otro, pasado un rato. Se quitó la gorra y la colgó en el cañón de su fusil.
El cuerpo del herido temblaba, víctima de violentas sacudidas. Bajo la brillante piel morena aún latían sus músculos. 
-Qué fuerte es la vida-habló en tono lleno de asombro el soldado que se apoyaba en su fusil-Todavía sigue en él. Todavía sigue. 
Los demás contemplaban al herido con una expresión de gravedad dibujada en sus rostros. El solencio lo envolvía todo. El moribundo respiraba cada vez más despacio; la cabeza se le caía hacia atrás. Los soldados o se sentaban inmóviles o se arrebujaban los unos contra los otros, como si quisieran conservar un resto del calor ofrecido por un fuego a punto de extinguirse en medio de un campo helado. Al final, aunque esta situación aún se prolongó durante un buen rato, alguien habló:
-Ahora sí que ya se ha ido. La vida que le quedaba lo ha abandonado.
Contemplándolo, sobrecogidos, permanecieron un rato más junto al muerto, pero al ver que allí ya no iba a pasar nada, se dispersaron, cada uno por su lado."

jueves, 14 de junio de 2012

La sociedad transparente de Vattimo

Aprovechando que Gianni Vattimo estuvo en Argentina, me surgió la idea de referirme sintéticamente a sus conceptualizaciones sobre la modernindad y la posmodernidad plasmadas en "La sociedad transparante", considerando como clave en su teoría a la noción emancipación. ¿Pero emancipación de qué? ¿Y para quién? Paradójicamente, el principio de esta emancipación se relaciona con un final, el final de la modernidad, que dejará de ser posible como modelo unitario de pensamientos alrededor del cual giraban los acontecimientos, un modelo representado por la sociedad occidental, el hombre europeo. Este modelo que no permitía liberar a los pueblos “primitivos” o “en vías de desarrollo” se asemejaba al de las primeras clasificaciones realizadas por antropólogos como Morgan, quién realizó un camino desde períodos inferiores a estadíos superiores del hombre, con un claro concepto eurocéntrico. Vattimo comenzará a indagar sobre esas culturas sin voces ni visibilidad con el advenimiento de la Ilustración, algo que ya cuestionaba Malinowski, quien implementó trabajos de campo para tratar de adentrarse en mundos relegados
Vattimo habla de “carácter ideológico de representación”:
           
                        No hay una historia única, hay imágenes del pasado propuestas desde diversos puntos de vista, y es ilusorio pensar que hay un punto de vista supremo


Desde los tiempos del romanticismo se intentó enfrentar esta noción unicista de ideales de la humanidad propuestos por en el denomindado “Siglo de las luces”, donde poetas o pintores comenzaban a mostrar otro costado oculto de lo nuevo. Jürgen Habermas resalta la aparición de la crítica en el siglo XIX de la mano del poeta Charles Baudelaire. Baudelaire es habitante del nuevo mundo de las grandes ciudades, donde se ubican prostitutas, pordioseros y borrachos, el anonimato, la soledad y la marginación. Sus escritos narrarán la irreconciliable naturaleza de lo estético con el nuevo mundo moderno:

-Dime hombre enigmático, ¿a quien prefieres? ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermano, a tu hermana?
-No tengo padre ni madre, ni hermana ni hermano.
-¿A tus amigos?
-Empleáis una palabra cuyo sentido desconozco
-¿A tu patria?
-Ignoro bajo qué latitud me encuentro

Incluso desde la teoría marxista, en su crítica económica, se usarán estas fuerzas para llevar adelante el reclamo de la clase obrera marginada por el avance industrial, por la mismísima razón instrumental que mejoraría la calidad de vida del hombre. ¿Pero que diferencia a Vattimo en su concepción emancipatoria? O mejor dicho, ¿que herramental agregará para que los relegados tengan un lugar en el mapa mundial? La orientación del autor será hacia los mass media. Punto de partida para la pluralidad posmoderna, artífice de la ruptura unidimensional de la modernidad, los mass media aparecen como parte de esa sociedad surgida con el fin de los imperialismos y colonialismos: la sociedad de la información. ¿Que sucede con la aparición de la sociedad de la información?

                        Se abre un camino ideal de emancipación cuya base misma están, más bien, la oscilación, la pluralidad (…)

¿Es posible que un número indefinido de subculturas tomen la palabra en los medios masivos? Siendo éstos entes privados que se manejan con criterios de un modo de producción capitalista, ¿se apegarán a un modo de distribución y circulación de datos de manera equitativa? Para Vattimo, a pesar de que el poder económico y político sigue en manos de estos grandes grupos, la radio, la televisión y los periódicos impulsan la explosión y multiplicación de las visiones del mundo. Esta idea se contrapone a una de las escuelas más críticas de la sociedad de consumo, como lo es la Escuela de Frankfurt. Los conceptos de “industria cultural” o “cosificación del arte” son ejemplos que Adorno y Horkheimer incluyen en su “Dialéctica del iluminismo” y se distancian claramente al carácter positivo y emancipador que propone Vattimo sobre los medios. El filósofo italiano remarcará las críticas presentadas de los mass medias, mencionado a  Adorno, quien opinaba que el aporte que hacían medios como la radio o la televisión favorecía la introducción de un carácter homogéneo de la sociedad que culminaría con regímenes totalitarios, dictatoriales. Sin embargo, finalizará con esta discusión incorporando el concepto de “sociedad transparente”, transparencia que la mass media desmentirá. Esto favorecería el advenimiento de una sociedad “no transparente”, donde se vislumbraría una multiplicidad de visiones heterogéneas, acabando con un principio refractario de la realidad. El autor se pregunta

                        ¿Qué sentido tendría la libertad de información, o incluso la mera existencia de más de un canal de radio y televisión, en un mundo en el que la norma fuera la reproducción exacta de la realidad, la perfecta objetividad y la total identificación del mapa con el territorio? 

Aquí el autor aprovecha para incorporar a Niestzche y su profecía sobre el avance de un mundo verdadero que se convertiría en fábula, donde todo se ordenaría racionalmente como mito tranquilizador de la humanidad. Vattimo contrapone términos como sociedad “caótica” o “compleja”, con la emancipación y sintonía con el extrañamiento:

                        El sentido emancipador de la liberación de las diferencias y los dialectos esta más bien en el efecto añadido de extrañamiento que acompaña al primer efecto de identificación. (…) Si profeso mi sistema de valores en este mundo de culturas plurales, tendré una aguda conciencia de la historicidad, contingencia y limitación de todos estos sistemas, empezando por el mío.

En definitiva, todo este recorrido, este paso de una época a otra, el camino de la modernidad a la posmodernidad se produce con la aparición massmediática en el contexto global de la sociedad de la información, aporte fundamental para la ruptura unicista del progreso ilustrado y la aparición emancipadora de la diversidad comunicativa.


"Cuando un dios quiso ser el único dios, a los otros dioses les comió la risa. La loca y furiosa risa, hasta morirse de risa"



Friedrich Nietzche


jueves, 7 de junio de 2012

La vejez, los viejos, lo vetusto...

No pienso en mi vejez. No tengo una visión clara de mis próximos 20 ó 30 años, en el hipotético caso de que estos existieran. Tengo 34 y no reflexiono, no me imagino o simplemente no debo pensar en los decrecientes años que me podrían quedar. Sin embargo, esto no me imposibilita reflexionar sobre los imaginarios que se plantean en torno al tema o los modelos estereotipados de las personas cuando llegan a viejas. Como en toda cuestión, uno siente, escucha y ve lo que pasa a su alrededor. Y también lee. Es por eso, por la lectura, que descubrí dos personajes en sendos libros, cuyo cualidad en común refería al estado de vida por el que atravesaban: ambas eran personas de la tercera edad. O personas mayores. O, simplemente, viejos. Uno de ellos es Lito Giménez, actor principal de "Cuentas pendientes", novela de Martin Kohan. Giménez es un viejo huraño que vive en el mismo edificio que su esposa y suegra, pero que no comparte el departamente con ellas. Es un tipo hosco, que no escatima es actitudes de baja escoria, vil y despreciable. Es un personaje ajustado a la historia y que resuelve situaciones acorde a su temple. El otro, más popular o conocido, es Isidoro Vidal, de la novela de Bioy Casares, "Diario de la guerra del cerdo". Las características de Vidal aparecen en contraste a las de Lito Giménez, pues en el transcurso del relato se muestra como un hombre noble, buen amigo, solidario y hasta caballero al momento de la seducción. Inteligente y perpicaz para anticiparse a las situaciones de peligro que la historia describe, termina siendo un personaje agradable a la vista de quien se adentre en la novela. En cualquier caso, Vidal indicaría que se puede llegar a viejo sin perder la sutileza. Y Giménez, prototipo de hombre mayor descorazonado, marca el final de un camino en la hosquedad. La vejez da alternativas, y eso va a ser lo interesante de llegar a esas instancias.

jueves, 19 de abril de 2012

Y la pelota $e manchó...

El deporte, al igual que otras actividades humanas, ha cumplido con los requisitos necesarios para adecuarse a la moral y productividad capitalista. Atravesando etapas de amateurismo para llegar a un profesionalismo desmedido, donde su carácter mercantil sobrepasa por mucho su origen de juego, llenó el formulario para convertirse en un rubro muy accesible y rentable para la explotación financiera. Lejos quedaron los ejes primarios de diversión y distensión para aceptar que hoy por hoy lo transcendental pasa por la competencia, y no cualquier competencia, sino aquella que deje dividendos monetarios para todos los actores involucrados. En el caso del fútbol, deporte al que me voy a referir, pocos son los que pueden hacerse cargo del discurso de “jugar por la camiseta”. En mi recuerdo están las primeras voces de quienes se alzaron a favor de un “hiper” profesionalismo, tal el caso de Gabriel Batistuta. El ex jugador de la Fiorentina produjo un desencanto en muchos, al asumir, allá por la década del 90’, que su gusto por el deporte que practicaba no pasaba más que por tomarlo como una profesión, la cual le permitía mantener un status de vida deseado y buscado. Estas declaraciones, interpretadas por algunos como antipáticas, reflejan lo que muchos piensan acerca de una de las actividades más practicadas en todo el mundo. Se me ocurrió tomar entonces al fútbol como una gran cebolla, donde me permití ir sacando capa a capa las distintas etapas que atravesó para convertirse en lo que es hoy. Entonces, en ese retroceso, pasé por todas las sendas del profesionalismo, llegué al amateurismo y, para mi sorpresa, descubrí que ya en la década del 20’ la necesidad imperiosa de ganar no era algo ajeno al juego. En épocas en las cuales todavía no era el dinero motivo de incursión en este campo, las peleas entre simpatizantes y jugadores o intentos de linchamientos de jueces eran moneda corriente. Esto no eximía la empatía que se daba entre “belleza estética” con la pelota vs. fuerza física. De la admiración que se experimentó por el arribo de equipos ingleses que poblaron Buenos Aires a principios del siglo XX (ejemplos como el Southampton o el Fulham) se pasó a una impronta local de gambeta y picardía. Pero más allá del gusto estético, la idea del resultado final pocas veces se pudo sacar del objetivo. Con el tiempo, las aguas se fueron dividiendo, y esta relación de competencia absoluta se enfrentaba a un “romanticismo” encabezado por aquellos que creían en el placer de la práctica más allá de cualquier pragmatismo. En su texto “Masculinidades: fútbol, tango y polo en la Argentina”, Eduardo Archetti hace un análisis interesante sobre la moralidad y otras facetas del deporte donde aparecen ejemplos jugosos referidos a lo que pretendo explicar. Uno de ellos se basa en una narración llevada a cabo por un entrevistado de nombre Héctor, quien trae a colación una conocida anécdota entre dos jugadores de Independiente de Avellaneda de la década del 20’: Lalín, apodado “el malabarista”, era un insider derecho, que compartía la delantera con Seoane, centrodelantero a quien llamaban “la Chancha”. Cuenta la historia que en un partido contra Estudiantes de la Plata, Lalín se quedaba con la pelota entre sus pies más de lo debido, bailando y gambeteando con la redonda. En el entretiempo, Seoane le reclamó sobre la situación, argumentándole que si se la pasaba a él se cansarían de hacer goles para su equipo. Ni bien comenzado el segundo tiempo, el insider derecho habilitó al delantero goleador quien hizo lo suyo, convirtiendo el primer tanto. Seoane, en el momento de saludar a su compañero, le dijo “te das cuenta, si jugamos así, vamos a ganar siempre”, a lo que Lalín le respondió “si, ya sé, pero así yo no disfruto el partido”. Para este último, el placer no pasaba por superar al rival asestándolo una derrota, sino por el placer mismo de tener la pelota en sus pies. En mi caso, siento nostalgia sobre la forma en que Lalin se manejaba dentro de la cancha, y recuerdo con mucha simpatía mi faceta como jugador de fútbol. Poco dotado para la habilidad, sin embargo siempre prioricé pasarla bien en una cancha, tratando de insertarme en un juego de "pelota al piso", disfrutando de esa belleza en la sincronización de los pases. Nunca me sentí cómodo jugando cuasi profesionalmente: participé en algunos campeonatos desde chico, donde por ejemplo tenía que estar parado en el área adversaria tratando de “pescar” alguna pelota, o jugando de marcador de punta izquierdo tratando de que el delantero contrario no pase por mi sector más allá de lo permitido. La realidad es que no la pasaba bien, observando de manera constante al árbitro para ver en que momento se terminaba esa tortura llamada partido de fútbol. Con el tiempo pude encontrar mi lugar en este mundo, cuando fui parte de un equipo al que le sobraba talento. Autodenominado “Pararrayo Vallecano”, éramos un grupo de amigos a los cuales nos unía, entre otras cosas, el gusto por la estética futbolística. El buen trato del balón era constante y, aunque generalmente nos relacionábamos con la victoria, creo que era un fin al que se llegaba solamente por el camino que habíamos elegido. Luego de desarmado aquel team, me costó volver a tener las mismas sensaciones. Por una u otra razón, descartaba la idea de jugar en otros equipos, ya sea por el alto nivel de competividad (en el sentido de la noción del resultado por el resultado mismo) o por las limitaciones de quienes me invitaban, lo que hacía extrañar a ultranza aquellos grandes momentos vividos en mi ex equipo. A su vez, como espectador fui refinando mi paladar, hasta que pasé de ver partidos de manera constante a elegir, por gusto, que mirar y que no. Pero en todo esto se incubó una contradicción al día de hoy no resuelta. Como espectador neutral y como participante de la práctica, siempre me incliné a priorizar pasarla bien, divertirme, por sobre el pragmatismo resultadista. Sin embargo, como simpatizante/hincha, lo logré a cuenta gotas, posponiendo (o prefiriendo) el resultado final a cualquier otro tipo de ecuación. El gol con la mano en el minuto final de manera inmerecida o la victoria abultada con exhibición de talento pasaron a estar en la misma vereda. Quedará en mí la búsqueda científica o sentimental para explicar de que manera llegué a disociar el placer de ver o practicar el fútbol bien jugado a defender, contra viento y manera, el resultado final del equipo por el cual simpatizo, sin importarme (maquiavélicamente) ni formas ni caminos para llegar al fin deseado. Y preguntarme si todo es cuestión de moralidad, masculinidad o una simple inmersión en el mundo burgués del honor y la competencia...

jueves, 12 de abril de 2012

Los nazis y yo

En estos días me he topado, un poco sin querer y algo comandado por mi inconsciente, con ciertas obras que rodean a la cuestión del nazismo. Ya hice explícita mi admiración por aquella película noruega sobre zombies titulada "Dod Sno", con lo cual me parece un pecado meta-comentar un post previo. En este caso, tengo que agregar dos piezas más. La primera, por orden de aparición, fue la obra de teatro "Un informe sobre la banalidad del amor". En la misma, se transparenta la relación entre Martin Heidegger / Hannah Arendt y lo que sucita una ecuación amorosa "ideológicamente dispar". En este tren, entra en juego la postura psicoanalítica acerca de la pérdida y resignación de ciertos aspectos personales en post de no perder el amor en vida. Esa sensación de romper con cierta incomplitud, lo que Piaget llama “décalage” como aquella experiencia alienante donde se me quita la soledad y se mezcla mi yo con el otro, provoca que una vez lograda esa indivisión por parte de Arendt, se presenta como imposible la sensación de desprenderse de Heidegger más allá del apoyo de éste al regimen de Adolf Hitler. En ese contexto, la obra del dramaturgo argentino Mario Diament se ocupa de las sensaciones contradictorias del alma en plena época del nazismo, donde los sentimientos más profundos no escapan a la contingencia de la época, pero manteniendo una matriz de reacción que acompaña a la historia espiritual de la humanidad.
En segundo turno, presencié la película "Swastika" de Philippe Mora, esto en el marco del BAFICI. En la misma, se presentan imágenes (sorprendentemente para mí, muchas en colores) de momentos de Hitler no solamente a nivel político sino también personal, donde se lo puede ver de manera distendida en su mansión de los Alpes junto a Eva Braun y demás allegados, hasta las presentaciones en el marco de los JJ.OO. de Münich. El valor documental es indiscutible y la canción que cierra la obra merece un párrafo aparte, aunque acá no lo esté. La pregunta que queda flotando reviste a la no-visión de un futuro que se aproximaba, y que para pocos era predecible. Me encargo de pensar en varias "p": de previsión y proyectualidad acerca de lo que despertaba Hitler en el pueblo alemán, con todo lo que se venía acunando luego del Tratado de Versalles. Y la "p" de programa y proyecto, aquellas ideas que no se ocultaban desde la retórica y tampoco desde la escritura, como en el caso de "Mi lucha". En la obra de Diament antes mencionada, Osmar Núñez hace una representación brillante sobre la ingenuidad a la que apelaría Heidegger cuando Arendt lo intimida sobre estas cuestiones, cercando la imposibilidad de desconocer el carácter apocalíptico del nacionalsocialismo.
Me queda una reflexión sobre todo lo sólido que se desvanece en el aire: el poder puede dejar de ser poder y arrastrar ciudades y fortalezas, en la misma medida que el amor fuerte puede transformar grandes espíritus en almas carenciadas.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Hieronymus Bosch (1450-1516)

Pensar la temporalidad implica muchas veces tratar de vincular hechos o protagonistas que no llegaron a erigirse como contermporáneos. Tal es el caso de aquellos artistas cuyas similitudes en materia de sensibilidad los hubieran ubicado dentro de una misma obra o, mínimamente, movimiento cultural. Estoy tentado de decir que Hieronymus "Bosco" Bosch podría haberse convertido en el ilustrador de gran parte del mundo literario de Lovecraft o, incluso, ser el partener gráfico de un relato como "La metamorfosis". El infierno en vida, un mundo de pesadillas y la oscuridad de lo deforme borrando las huellas de la pureza marcan los rasgos de sus pinturas.





jueves, 1 de marzo de 2012

Oda a las uvas

Catarata de uvas. Las hay rojas, verdes, marfiles y violetas. Vientos que traen uvas con diferentes texturas y tamaños. Ásperas y enormes, suaves y ovaladas, ahuecadas e invisibles. El infierno de Baco, el amor por Baco. Si Baudelaire me hablara, me pediría que saque una semilla del fruto de sus flores muertas para expandir el polen de su inconciencia. Hijas de la parra, madres del vino y huérfanas de las borracheras, ascienden con violencia a la benevolencia del día cautivo del trabajador. Inefables y malditas, recortan márgenes para manipular deseos. Un acabose para la verborragia pueblerina, no lamentan su eslabón en la creación. En comadrejas de aristócratas o bares de mala muerte, se vanaglorian de su condición autoritaria, se reproducen en la carencia de los abortos. Intiman con la muerte, ¿y que mejor aliado para sobrevivir en la eternidad?

miércoles, 8 de febrero de 2012

Legado Spinetta

Hoy se murió, como se van a morir mañana cientos y cientos en el mundo. Pero él dejó legados, y quiero postear un fragmento de uno de ellos. Este extracto es de un manifiesto del 73´, un aporte muy rockero y vanguardista para la época.

Denuncio a ciertas agrupaciones musicales que se alimentan con esas mentalidades no libres, a pesar de contar con el apoyo del público de mente libre.

Denuncio a otros grupos musicales por repetitivos y parasitarios, por atentar contra la música amplia y desprejuiciada, estableciendo mitos con imágenes calcadas de otras músicas que son tan importantes como las que ellos no se atreven a crear ni sentir.

Denuncio a los tildadores de lo extranjerizante, porque reprimen la información necesaria de músicas y actitudes creativas que se dan en otras partes del planeta, y porque consideran que los músicos argentinos no pueden identificarse con sentimientos hoy día universales.
Además es de prever que si estos señores desconocen que la Argentina provee a su música nuevos contenidos nativos, ellos mismos están minimizando la riqueza de una creación local apenas florecida.

Denuncio a otras mentalidades por elitistas y pronosticadoras del suceso de la muerte de algo que por instintivo no puede morir antes de la vida misma.
Denuncio a las editoriales “fachas” por distribuir información falsa en sí misma, y por deformar la información verdadera para hacerla coincidir con las otras mentalidades a las que denuncio.

Denuncio a los participantes de toda forma de represión por represores y a la represión en sí por atañer a la destrucción de la especie.
Denuncio finalmente a mi yo enfermo por impedir que mi centro de energía esencial domine este lenguaje al punto que provoque una total transformación en mí y en quien se acerque a esto.

El rock, música dura, cambia y se modifica, en un instinto de transformación.

jueves, 26 de enero de 2012

Død snø

Blanca y radiante es la nieve en "Død snø". Claro, hasta que se llena de sangre y más sangre derramada por un grupo de zombies nazis que sobrevivieron a la sublevación de un pueblito noruego que se rebeló contra ellos, allá por las épocas de la 2da Guerra. Como en un gran porcentaje de films de este tipo, el argumento no derrocha imaginación. Por el contrario, se jacta de limitarse a pensar en un grupo de turistas anclados en plena montaña que para sobrevivir debe cortar cabezas, torsos o brazos de esos cuerpos podridos que los buscan con el único fin de matarlos o comerlos vivos. Es evidente que la brillantez de la película rumbea por los caminos de lo grotesco y empuja para el lado del humor, sin perder de vista las roturas de cráneos o las mordidas en el primer cacho de carne que se encuentre. La película es del año 2009 y dirigida por Tommy Wirkola, que ya tiene en su haber la experiencia suficiente en este tipo de obras.
Subir el trailer me pareció algo limitado comparado con la escena que adjunto, donde dos de los personajes en los cuales menos fe se le podía depositar, terminan enfrentando a un grupito de sus enemigos, con una banda de sonido que remarca el momento como apoteótico. Como el arte sintético de Kandinsky, este pasaje se disfruta "sí y solo sí", se tiene en cuenta la música de fondo.