viernes, 18 de junio de 2010

Mara-Don

Hace un rato que los mundiales de fútbol no ocupan un lugar muy importante en mi atención, pero es inevitable pegarle una ojeada a Sudáfrica 2010. Y en esa volteada llegó a mis manos una nota al preparador físico la selección de Argentina, Signorini. Lejos de mis prejuicios facistas (concepto redundante) de que todos los preparadores físicos eran una mezcla de Mike Rourke en "El luchador" con los concurrentes al "gym" de Chin Fu en la novela de César Aira, aparece este personaje con afirmaciones del tipo...

"¿Por qué salen tantos talentos naturales debajo de cuatro chapas y cuatro cartones? Primero no los ayuda nadie. Y cuando trascienden todo el mundo les exige: que hablen bien, que no se coman las eses, que sean políticamente correctos, que no hablen en contra del dogma ni religioso, ni social, ni político, y sobre todo, que no hagan trastabillar el privilegio de los privilegiados del sistema."

Lejos de buscar un costado revolucionario a "la pelotita", me pareció interesante como puerta de entrada para otro tema. O dentro del mismo tema, decir que ...¡¡¡estoy podrido!!!... de la clase media resentida que usa y abusa de comentarios clasistas para denigrar a un tipo que lo único que hizo trascendente fue jugar bien a la pelota y con eso le alcanzó. Que no tuvo que levantarse a las seis de la mañana todos los días para ir a una oficina y sin embargo llegó a putearse con el Papa, abrazarse con Khadafi, Fidel Castro o Menem. O sea, hizo lo que quiso y ahora muchos hipócritas sin defectos y que nunca se contradicen lo denigran por "negro villero que no sabe hablar". Pero todo esto mirándo el mundial desde un LCD comprado en 50 cuotas.

Esto no es una defensa a Maradona, que de hecho no la necesita, es una crítica a esa masa que tendría que mandar un CV a los programas de chimentos para descargar su ira y su infelicidad de conformistas contra un tipo que hace lo que se le canta el orto como ellos quisieran y no pueden.

Mejor Messi, que no habla ni opina.

Y cualquier analogía con la historia argentina, es coincidencia.



martes, 1 de junio de 2010

Rosario Central, el descenso y la cultura popular

Las horas de sueño de los últimos días fueron limitadas. Debo admitir que hay una incertidumbre en estos momentos no relacionada con algo catastrófico, sino más bien con un vacío que se llena de imágenes pasadas. Calculo que es la misma sensación que se dice cuando uno está muriendo, se vienen a la cabeza miles de fotos nostálgicas. En mi caso, todo arrancó en cancha de Atlanta, último año de Central en Primera antes del torneo 85/86 de la vieja B Metropolitana. Esa tarde nos jugábamos unas de las últimas fichas para quedarnos en Primera, teníamos que ganar para seguir peleando y creo que fue triunfo 3-0. Digo creo porque nunca más lo volví a comprobar, me quedó en la memoria como una tarde mitológica. Tenía 6 años y apenas entraba en el mundo del uso de la razón. Usando un cliché, fue un amor a primera vista entre Rosario Central y mi alma. A partir de ahí es fácil hacer una cronología de los hechos, porque Central está en todos los días de mi vida. Es decir, uno piensa en los amigos y la familia, pero quizás no los llama para saber como andan. Con Central eso no pasa, necesito tener novedades. Siempre. Y entonces los recuerdos se asocian con eso. Si me preguntan “te acordás cuando te mudaste a Capital?”. “¡Como no acordarme, si fue el año que los dejamos afuera de la Sudamericana!” o “Te acordás de las vacaciones en Río de Janeiro?”. “Si, fue el año que agarró Miguelito Russo, en ese momento no lo quería, je”.

Central permite reconstruir mi propia historia. Y así pasaron los ochenta, donde recorrí con mi viejo todas las canchas de la B: San Miguel, El Porvenir, Banfield (ahí jugaba de local Talleres de Escalada), Morón, Platense para jugar contra Estudiantes de Buenos Aires, Defensores de Belgrano, All Boys (sí, el mismo). Y entonces ascendimos fácil, teníamos un equipazo. Y al otro año, la vuelta en Temperley en los hombros de mi primo. El 2 de mayo de 1987. Mayo. El tiempo es cíclico, y hoy mayo nos da un descenso. La vida y la muerte. Michail Bajtin hace un estudio sobre la cultura popular en la Europa Medival y cita como ejemplo un texto de Rabelais que habla del carnaval como algo paradigmático. Lugar donde el tiempo se renueva, donde no hay un fin, es la muerte y el nacimiento. Es también el lugar donde se borran las diferencias, donde todo aparece en el plano de la igualdad. Es la fiesta universal que elimina las fronteras. Y todo esto puede ser Rosario Central. El paganismo de un Dios herético y sus rituales. Es el pueblo: lo popular, lo ruidoso y quilombero. Central es el peronismo grotesco (“Rosario, maravillosa, Rosario, sensacional, Rosario, es peronista, peronista y de Central”). Es el bombo, es el Tula, es el vino y el choripan. Central no se podría llamar River Plate, Newells Old Boys o Boca Juniors porque Central no habla inglés. No sabe hablar inglés. Y no podría tener un técnico dando conferencias de prensa como Bielsa, porque el técnico de Central es el Negro Marchetta. Y un ídolo bien hablado como Martino no cuajaría en su paisaje, porque el ídolo canaya es el anti-héroe, feo, gordo, sin grandes logros deportivos: es el Puma Rodriguez. Pícaro y atorrante.

Políticamente Central es la voluntad popular rousseana. No tiene ni quiere presidentes, eso es una formalidad administrativa. Central es de 1.500.000 hinchas, no de una monarquía momentánea. Pero entonces Central se olvidó de eso, de su poder y su vigor, y se fue de copas. Se emborrachó, derrapó. Y en ese ínterin se aprovecharon de su borrachera. A mi me enseñaron que no hay que abusar de gente que no está en sus cabales, y Central no lo estaba. Pasó Escarabino, pasó el clan radical para completar la trilogía de abandono comenzada por Alfonsín y seguida por De La Rua. Y nos encontramos vacíos. Nos vaciaron. Y queremos justicia. No la justicia irracional, sino que se pague con la Ley. Pero también es la mea culpa del pueblo, de pensar siempre en el carnaval. Central tiene que ser carnaval, Central tiene que cuidar los símbolos patrios: palomitas, lanzamientos de toalla y OCAL. Pero también tiene que pensar. Y Central no piensa. Un gigante de mil cabezas que no se pudo anticipar a lo que pocos preveían: mi amigo Pablo me afirmó hace cuatro años la vuelta del gigante al ostracismo. Pero la cabeza estaba en otra cosa. Epocas "menemistas" de derroches inconscientes. La plata gastada en los Ischia, Gorosito, Wanchope y otras yerbas. Carbonari y su grupo inversor. Alfaro, el futuro “DT” campeón de Central. Los Choy Gonzalez, los Astudillo y los “Pájaro” Martinez.

Y hoy la B Nacional. Sin hinchas de visitante, sin transmisión por televisión, sin respeto a los grandes. A leer los “suple” del ascenso y mirar “El Nacional” con el ruso Ramenzzoni. A buscar técnicos y jugadores de la categoría (que firme Blas Armando, y que se venga con Bazán Vera, je). Y a transitar las canchas de Deportivo Merlo, Boca Unidos de Corrientes y Patronato de Paraná. Todo dicho.

No hay derecho, no estaba dentro de la Ley. Pero Central esquiva la lógica, evita las Leyes y se autoproclama descendido. Porque Central es un mundo, y en ese mundo todo lo rige a piaccere. Y entonces descendió porque quiso, no lo mandó la AFA, no lo mandó All Boys, se hizo el harakiri con los Jonhatan Gomez, los Yacaré Nuñez y los Galíndez. Son sus pibes de Malvinas, incapacitados para la misión que se les asignó. Ninguno estaba preparado. Por voluntad propia, Central los eligió para comandar un barco enorme. Entonces, no fluyen otras realidades más que la del destino que se forjó de manera autónoma.
Que algunos sueñen con volver rápido, que los más pesimistas crean en un inquilinato largo en la nueva división. Yo solo espero que sigamos vivos, como en estos 121 años. Ni más ni menos que antes, como siempre, canayas.

Saludos!

PD1: agradezco en todos estos años las amistades que forjé gracias a Rosario Central (Sergio, Turco, Chelo, Pablito, Seba…) y de otros tantos no-canayas que me llaman cuando saben algo de Central, se olvidan de cumpleaños o años nuevos, pero nunca de mi camiseta. Y especial mención para mi amigo Walter, que lo conocí por el fútbol, y bostero él, cada vez que nos juntamos es un encuentro de dos viejos canayas.

PD2: gracias a los que mandaron mensajes de texto y mails.

PD3: me saqué el pus de adentro, necesitaba exteriorizar. Perdón por la redacción, fue puro impulso patriótico.

PD4: y ahora, que se metan el Mundial en el orto.