viernes, 29 de enero de 2010
Críticas a la teoría informacionalista de Castells
En cuanto a la mirada apuntada a los contenidos, ambos autores hacen mención al lugar que ocupa el informasionalismo dentro del capitalismo actual. Es esta ubicación la que genera contradicciones dentro de la propia teoría de Castells, ya que el mismo no desconoce la lógica de la economía actual al advertir que “bajo el capitalismo, la separación entre los productores y los medios de producción, la mercantilización del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción sobre la base del control del excedente comercializado (capital) determinan el principio básico de la apropiación y distribución del excedente por parte de la clase capitalista (…)”[3]. En relación a esto, señala el modo informacional como fuente de productividad pero basada en el conocimiento, conocimiento que mediaría entre fuerzas de trabajo y medios de producción. De este modo, la revolución tecnológica reemplazaría a la revolución industrial del siglo XVIII. Pero estas definiciones omiten que también el informacionalismo tiene un carácter generador de valor sin el cual no se podría desarrollar. De Charras observa esta idea, señalando que no pueden existir este tipo de progresos sin la lógica de acumulación del capital. De esta forma, Castells no logra salir de una contradicción evidente, en donde la reformulación debería apuntar o bien a un reemplazo de sistemas productivos (informacionalismo sobre el capitalismo) o bien aceptar que los nuevos desarrollos tecnológicos también entrañan las lógicas capitalistas de explotación y maximización de ganancias. Para Katz, los planteos económicos de Castells no hacen más que desviar la atención del real problema, es decir, la siempre conflictiva relación de los propietarios de los medios de producción y la libre circulación de la información y el conocimiento. Estos recursos no son bienes públicos ni gratuitos, ni están disponibles para cualquier usuario. Dichos conflictos no aparecen visibles en la teoría del informacionalismo y claro ejemplo de ello es la fragmentación que se señala en la distribución de las tecnologías, donde su separación entre “incluídos” y “excluídos” de la red no es más que la atenuación de la brecha económica dada en el contexto mundial. En este marco, las críticas realizadas por Katz y De Charras demuestran las dificultades existentes en Castells para incluir a la sociedad de la información como nuevo exponente dentro de las relaciones de producción social por sobre la lógica del capitalismo moderno.
[1] Katz, Claudio (1998), “El enredo de las redes”. En: Voces y Culturas Nº 14, Barcelona, p. 123-140.
[2] De Charras, Diego; (2006), Redes, burbujas y promesas. Prometeo, Buenos Aires.
[3] Castells, Manuel (1999). La era de la información. Vol. 1. La sociedad red. México: Siglo XXI.
miércoles, 27 de enero de 2010
Las caretas de un rey moderno
De película
En “El caimán”, película del director Nanni Moretti (confeso activista de izquierda) se retratan los manejos de un político corrupto y caótico que refleja con cinismo el absurdo de alguien que posee altos porcentajes de poder y que desde allí, con arraigo a la inmunidad que detenta desde la promulgación de leyes que impiden su juzgamiento penal, mueve varios de los hilos que rigen los destinos de los italianos. En el recorrido del film, el anonimato de este político obtendrá nombre y apellido: Silvio Berlusconi.
Populista decanta futbolero
Como buen político populista, Berlusconi tiene fuertes lazos con el fútbol. Dueño de uno de los clubes económicamente más grandes del mundo, el AC Milán, el primer ministro italiano estrechó sus lazos con las masas demostrando su simpatía por este deporte, dato no menor si se tiene en cuenta la incidencia que tiene el fútbol en un país como Italia. En este contexto, el último fin de semana se produjo el clásico de “la madolina”, encuentro que enfrenta a las dos escuadras de la ciudad norteña: Inter-Milán. Al final del partido, y con la victoria consumada del conjunto interista, el defensor Marco Materazzi (recordado por recibir un cabezazo del francés Zinedine Zidane en la final de la Copa del Mundo del año 2006) se paseó por el estadio Giusseppe Meazza con una careta del ministro. Lejos de ser esto un acto de rebeldía, el posterior llamado de Materazzi al “burlado”, demostró que se trataba de una simple broma y que tuvo “la misericordia y piedad” del supuesto damnificado, quien perdonó el gesto del futbolista.
No corrió su misma suerte Cristiano Lucarelli. El jugador del Livorno, equipo modesto de Italia, nunca ocultó su relación con el comunismo, lo que le perjudicó deportivamente en dos ocasiones: por un lado, cuando al hacer un gol en la selección italiana juvenil, mostró bajo su camiseta una remera con la imagen del "Che" Guevara, lo que lo llevó a ser proscripto para vestir la casaca azzurra. Y, posteriormente, el haber expresado abiertamente sus simpatías políticas, le frustraron el arribo a la escuadra de Milán, quien anterior a esto había fijado sus ojos en los servicios del delantero del Livorno.
En ambos casos, la influencia del "político caimán" pesó en el futuro de este jugador, influencia que rige hace años en el seno de la sociedad itálica.