miércoles, 20 de junio de 2012

Kapuscinski

La crónica se puede entender como un género literario que narra hechos de manera cronológica, donde se intercalan situaciones coyunturales que el narrador expone con un sentido temporal. Sin embargo, hay momentos en los cuales este tipo de escritos se transforma en una historia con un alto contenido de calidad narrativa, jerarquizando su textualidad. Esta última definición se amolda a la tarea del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, quien excede al género como un mero contar de observaciones dadas en las vivencias de sus viajes. La pluma de Kapuscinski se mimetiza con la de un narrador de viajes e historias como lo podría ser el propio Julio Verne, al punto de ponerse en duda algunas de sus crónicas, las cuales se compararían fácilmente con el género de la ficción. Lo que adjunto es un extracto de "La guerra del fútbol", un escrito del autor sobre la situación bélica que viveron Honduras y El Salvador desencadenada por un partido de fútbol ligado a las eliminatorias para la Copa del Mundo de España de 1982. En el mismo, un soldado herido lucha por su supervivencia, donde la muerte y la vida se encuetran en el mismo plano de interacción...

"Entretanto, los enfermeros aplicaban un gota a gota a un soldado que agonizaba. Muchos curiosos contemplaban la operación. Unos se sentaban alrededor de la camila en la que se estaba muriendo el herido, otros permanecían de pie, apoyados sobre sus fusiles. El moribundo tendría unos veinte años. Lo habían alcanzado once balas. Si aquellas once balas se hubieran alojado en un cuerpo débil y viejo, el hombre habría dejado de existir en el acto. Pero las balas penetraron en un cuerpo joven, fuerte, recio, de modo que la muerte encontraba una tenaz resistencia. El herido yacía inconsciente, ya al otro lado de la existencia, y sin embargo lo que aún le quedaba de vida libraba, obstinada, su última y desesperada batalla. El soldado estaba desnudo de cintura para arriba y todos veían cómo se tensaban sus músculos y las gotas de sudor se deslizaban por su moreno torso. Observando auqellos músculos tensos y los chorros de sudor, todo el mundo podía comprobar con sus propios ojos la encarnizada lucha con que la vida desafiaba a la muerte. Todos seguían con angustioso interés aquel feroz combate, porque querían saber cuánta fuerza había en la vida y cuánta en la muerte. Todos querían saber hasta dónde la vida era capaz de luchar contra la muerte, y si una vida joven que aún existía y se negaba a rendirse conseguiría ganarle el pulso a la muerte. 
-¿Tiene alguna posibilidad de sobrevirir?-preguntó uno de los soldados.
-Ninguna-respondió el enfermero, sosteniendo en lo alto una botella de suerto.
Todo el mundo se sumió en un grave silencio. Violenta y entrecortada, la respiración del herido recordaba la de un corredor de fondo después de una carrera agotadora.
-¿Alguno de ustedes lo conocía?-preguntó al cabo de un rato uno de los soladados.
El corazón del herido trabajaba con todas las fuerzas, hasta el punto de que se oían sus febriles latidos.
-Nadie-le contestó el otro soldado.

Por el camino subían camiones, los motores rugían. Junto al bosque, cuatro soldados cavaban un hoyo.
-¿Es de los nuestros o uno de ellos?-preguntó el soldado sentado junto a la camilla.
-No se sabe-le respondió el enfermero tras unos instantes de silecio.
-Es de su madre-dijo uno de los soldados que permanecían de pie a un lado.
-Ahora ya es de Dios-agregó otro, pasado un rato. Se quitó la gorra y la colgó en el cañón de su fusil.
El cuerpo del herido temblaba, víctima de violentas sacudidas. Bajo la brillante piel morena aún latían sus músculos. 
-Qué fuerte es la vida-habló en tono lleno de asombro el soldado que se apoyaba en su fusil-Todavía sigue en él. Todavía sigue. 
Los demás contemplaban al herido con una expresión de gravedad dibujada en sus rostros. El solencio lo envolvía todo. El moribundo respiraba cada vez más despacio; la cabeza se le caía hacia atrás. Los soldados o se sentaban inmóviles o se arrebujaban los unos contra los otros, como si quisieran conservar un resto del calor ofrecido por un fuego a punto de extinguirse en medio de un campo helado. Al final, aunque esta situación aún se prolongó durante un buen rato, alguien habló:
-Ahora sí que ya se ha ido. La vida que le quedaba lo ha abandonado.
Contemplándolo, sobrecogidos, permanecieron un rato más junto al muerto, pero al ver que allí ya no iba a pasar nada, se dispersaron, cada uno por su lado."

No hay comentarios: