jueves, 12 de abril de 2012

Los nazis y yo

En estos días me he topado, un poco sin querer y algo comandado por mi inconsciente, con ciertas obras que rodean a la cuestión del nazismo. Ya hice explícita mi admiración por aquella película noruega sobre zombies titulada "Dod Sno", con lo cual me parece un pecado meta-comentar un post previo. En este caso, tengo que agregar dos piezas más. La primera, por orden de aparición, fue la obra de teatro "Un informe sobre la banalidad del amor". En la misma, se transparenta la relación entre Martin Heidegger / Hannah Arendt y lo que sucita una ecuación amorosa "ideológicamente dispar". En este tren, entra en juego la postura psicoanalítica acerca de la pérdida y resignación de ciertos aspectos personales en post de no perder el amor en vida. Esa sensación de romper con cierta incomplitud, lo que Piaget llama “décalage” como aquella experiencia alienante donde se me quita la soledad y se mezcla mi yo con el otro, provoca que una vez lograda esa indivisión por parte de Arendt, se presenta como imposible la sensación de desprenderse de Heidegger más allá del apoyo de éste al regimen de Adolf Hitler. En ese contexto, la obra del dramaturgo argentino Mario Diament se ocupa de las sensaciones contradictorias del alma en plena época del nazismo, donde los sentimientos más profundos no escapan a la contingencia de la época, pero manteniendo una matriz de reacción que acompaña a la historia espiritual de la humanidad.
En segundo turno, presencié la película "Swastika" de Philippe Mora, esto en el marco del BAFICI. En la misma, se presentan imágenes (sorprendentemente para mí, muchas en colores) de momentos de Hitler no solamente a nivel político sino también personal, donde se lo puede ver de manera distendida en su mansión de los Alpes junto a Eva Braun y demás allegados, hasta las presentaciones en el marco de los JJ.OO. de Münich. El valor documental es indiscutible y la canción que cierra la obra merece un párrafo aparte, aunque acá no lo esté. La pregunta que queda flotando reviste a la no-visión de un futuro que se aproximaba, y que para pocos era predecible. Me encargo de pensar en varias "p": de previsión y proyectualidad acerca de lo que despertaba Hitler en el pueblo alemán, con todo lo que se venía acunando luego del Tratado de Versalles. Y la "p" de programa y proyecto, aquellas ideas que no se ocultaban desde la retórica y tampoco desde la escritura, como en el caso de "Mi lucha". En la obra de Diament antes mencionada, Osmar Núñez hace una representación brillante sobre la ingenuidad a la que apelaría Heidegger cuando Arendt lo intimida sobre estas cuestiones, cercando la imposibilidad de desconocer el carácter apocalíptico del nacionalsocialismo.
Me queda una reflexión sobre todo lo sólido que se desvanece en el aire: el poder puede dejar de ser poder y arrastrar ciudades y fortalezas, en la misma medida que el amor fuerte puede transformar grandes espíritus en almas carenciadas.

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